Junindio El conductor de "De Algo hay que vivir" en FM La Rocka fue el cronista de Diariojunin.com en el show del Indio Solari en Junín. Aquí, la reseña del recital más importante de la historia de la ciudad.
“Una locura”. Esas fueron las palabras que más se repitieron el sábado, cuando se empezaba a palpitar el show del Indio en Junín. “¿Viste la gente que hay? Una locura”. “La cantidad de autos… Una locura”. Y sin embargo, más allá de toda la locura, más allá de todo el sentimiento de seguidores que hacen cientos y cientos de kilómetros por dos horas y media de show, hubo razón. La razón para darse cuenta que después de la tragedia que pospuso el recital de mayo no podía haber ni una bengala. La razón para demostrar que la denominación de vándalos, marginales, delincuentes, era sólo un prejuicio pueblerino.
Fueron 135 mil personas (¿cuál es la diferencia entre los 120 mil que publica La Verdad y los 135 mil de diariojunin.com? ¡Que con 135 mil le ganamos a Tandil!). Fue una multitud reunida en misa ricotera, casi una misa en serio, digo, exagerando. Porque fue todo en paz. Hasta el pogo casi. Ja. (¿Se puede escribir “ja”? Uno siempre lo pone cuando chatea). Y para los que fuimos caminando desde la 188 hasta el escenario en el autódromo, no sólo fue una misa, sino también una procesión.
A las diez y dos minutos, hubo imágenes de fuego en las pantallas gigantes y una música que recordaba a Superman, o a algún otro superhéroe. Y la voz del Indio, en off, un poco trucada: “Aquí, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado”. Y, finalmente, el Indio. Es el momento. Ovación.
Carlitos Solari arranca con “Todos a los botes”, cerca de la Laguna. Después, “El tábano en la oreja”, “La ceremonia durante la tormenta” y “Porco rex”. El primer redondo fue “Yo caníbal”. Y ahí la gente se enciende, vio. Grita más, salta más. “La hija del fletero”, “Mariposa Pontiac”. La vuelta a la etapa solista con un siempre sentido y emotivo “Pabellón séptimo”. Y otra vez Patricio Rey con “Tarea fina”.
¿Está bien contar canción por canción? ¿Es mejor hacer una lista? ¿Escribir sobre Hegel o Dostoievsky como en la revista Rolling Stone? Discusiones que no son para estas horas. Lo charlamos café de por medio, en la semana. Mientras, Solari sigue con “Vuelo a Sidney”, “La murga de la Virgencita”, “Martinis y Tafiroles”, “Vino Mariani”, “Torito es muerto”. Rockea a morir con “Nadie es perfecto” entremezclado con “Ñan fi fru fi”. Y baja con “To beef or not to beef”, canción contra el exilio de tantos argentinos en el 2001: “Vieron que había que quedarse…”, dice, ahora, el Indio.
Solari canta con campera. Hace frío. Dice que “el viento me hace resecar la gola”. Alguien, previsiblemente, escucha “me hace resecar las bolas”. Levanta con “Por qué será que no me quiere dios”. Llegan “El lobo caído” y “Cruz Diablo”.
“Mañana veamos y disfrutemos esta ciudad que tan bien nos recibió”, dice Solari, en una caricia para Junín. Y sigue: “El Tesoro de los inocentes” presagia un siempre potente “Vamos las Bandas”. Con “Maldición va a ser un día hermoso” quien esto escribe deja a un lado su pulsera de acreditación y se va a hacer pogo. Vuelve con “Juguetes perdidos” y “Fligh 956”. Y, como juninense, cree que es imprescindible con “Ji ji ji” sumarse al pogo más grande del mundo y al más importante de la historia de la ciudad. No entiendo por qué estoy escribiendo en este momento en tercera persona como cuando hablan Diego o Juan Román. Disculpen.
(Ah, quería decir algo: no puede haber una sola entrada, el camino costero, en un show de este tipo. Los organizadores, sin dudas, deben haber tomado nota. Caminamos mucho, pero mucho, eh. Tanto, que hay un nuevo dicho: "Camina más que Kung Fu para ir a ver al Indio en Junín".)
Todo tiene un final, todo termina, dice un repetitiva canción nacional. "Muchas gracias, muchas gracias", repite el Indio. Y se va. Después, se van los Fundamentalistas de Aire Acondicionado, tras un buen trabajo, transpirando la camiseta. Después, nos vamos todos, lentamente, a casa. "Maneje el que está sobrio... Ya saben lo que tienen que hacer para cuidarse", aconseja Solari.
Lo importante: el hombre de unos sesenta años que estuvo arriba del escenario lo hizo otra vez. Pero esta vez fue en Junín. Y fue una fiesta y un orgullo. Es muchísimo. Comentémoslo, charlémoslo. Al primero que se te cruce, decile. “¿Viste lo que fue el show del Indio? Una locura…”